Por Carolina Urrutia

Hace cinco años, la idea de comprar un par de zapatos por Internet no me parecía atractiva. Si hay algo que se compra luego de tocarlos, probarlos, revisar las costuras y chequear que la horma no sea más pequeña o grande, son los zapatos. Hoy no solo nos atrevemos a comprar calzado, sino muebles, vestimenta, accesorios, flores, comida, incluso ropa interior. ¿Qué nos hizo modificar nuestro comportamiento de compra? Los precios, la optimización de tiempo, el ahorro de estacionamiento, las garantías y los descuentos. Y, bueno, los tiempos muertos o la búsqueda de una distracción también colaboran con el e-commerce, porque el que no ha comprado nada desde el escritorio de su oficina, que lance la primera piedra.

En las compras presenciales perdura la consigna “como te ven, te tratan”, la atención depende del humor de la vendedora, las garantías funcionan después de tener que responder un interrogatorio, los estacionamientos siempre son escasos y cada vez más costosos, por lo que incluso pagar los despachos, resulta más económico que pasar dos horas en el mall. Ni hablar de las largas caminatas para desplazarse de una tienda a otra y las filas en las cajas. Desde nuestro computador, tenemos una vitrina sinfín, las marcas envían constantemente cupones de descuentos o free shipping para compras desde sus sitios web y así nos ahorramos todos los inconvenientes ya mencionados de la experiencia en vivo.

Por supuesto, las ventajas para las marcas son aún mayores, además del ahorro operacional, cuentan con una base de datos de clientes con un comportamiento de compra registrado y estudiado, pero a diferencia de la experiencia en vivo, esta nunca nos hará sentir discriminados, lógico, ¿no es esa la gran ventaja de Internet? Detrás de un computador somos todos iguales y persiste la idea del medio democrático.

Tan democrático, que día a día permite que personas que cuenten con una idea de negocio, se animen a formar una microempresa e incursionen en el mundo del emprendimiento. En Chile hay más de 700 mil micro y pequeñas empresas y todo indica que esa cifra seguirá creciendo. Los trabajos en su concepción más tradicional no dejan que un trabajador pueda acceder a mejores remuneraciones, por eso, vender productos por Internet, trabajar en Uber o en Glovo, no sólo permite que las personas puedan manejar sus tiempos, compatibilizar con la dedicación a sus familias, sino que permite decidir cuánto quiero ganar, si quiero más dinero, le dedico más tiempo, si tengo una meta que cumplir para comprarme algo que quiero o necesito, trabajo más y lo obtendré.

Al ver constantemente como Internet ha cambiado algunos comportamientos como nuestra forma de comprar, parece cada vez más incomprensible que tengamos que seguir movilizándonos hasta nuestras oficinas, cuando hay días que se pasan gestionando labores vía correo electrónico o teléfono.

Cada vez son más los productos y servicios a los que podemos acceder desde la comodidad de nuestras casas y no debemos perder la esperanza de algún día decir que realizo teletrabajo, al menos, un par de días de la semana como ya ocurre en algunas empresas privadas o en el Instituto Nacional de Propiedad Intelectual, Inapi, que es un ejemplo de entidad pública. Todo indica que los empleadores terminarán por descubrir que podemos ser iguales o más profesionales sin tener su mirada encima ¡usemos la tecnología no solo para comprar zapatos.